martes, 5 de julio de 2016

Antiguas y nuevas aventuras del racismo revolucionario

La revista Identidades publica en estos día un ensayo mío sobre lo que he dado en llamar el "racismo revolucionario". Los dejo con los dos primeros párrafos:
Antiguas y nuevas aventuras del racismo revolucionario
Por Enrique Del RiscoAntes de que, en medio de la conversión del castrismo a la fe capitalista, el fragor de la economía y los números terminen ahogando los ya apagados gritos de la ideología convengamos en una cosa: pocos regímenes como el inaugurado el primero de enero de 1959 ―si bien frustrado en lo esencial económico― puso de moda tantos productos del espíritu. Desde las barbas y melenas de sus héroes a la imagen de su Santidad Guerrillera atrapada por Korda y difundida por Feltrinelli; desde los logros deportivos a los educativos (por más que bastara ponerle un micrófono en frente a un deportista para empezar a dudar de la eficacia del sistema educativo que lo formó). De todos ellos pocos han tenido un impacto tan duradero en la conciencia universal ―les recuerdo que escribo desde una era hipster en la que han regresado las barbas aunque despojadas de melenas― como la llamada política racial de la Revolución Cubana. Poco importa que ―como señalara Sir Hugh Thomas― en el texto programático del castrismo temprano, “La Historia me absolverá” no hubiera la menor alusión al tema racial o ni siquiera se mencionara la palabra “negro” una sola vez, ni siquiera como parte del espectro cromático. O que en los albores de aquella Revolución nada anunciara que la cuestión racial se iba a convertir en leitmotiv de los primeros años de poder revolucionario.
Visto a cierta distancia se entiende. No se hubiera visto del todo coherente que un blanco hijo de inmigrante español llamara a una revolución en nombre de la equidad racial contra un gobernante mestizo ―negro en las estrictas categorías raciales norteamericanas― que mal que bien había llevado adelante una discreta política racial y que fue discriminado ―como insiste la versión oficial hasta el día de hoy― por parte de la burguesía cubana incluso después de haber llegado al poder. El mismísimo Fidel Castro ―a pocos días del triunfo de la Revolución que encabezara― diría a un periodista norteamericano que la “cuestión del color” en Cuba “did not exist in the same way as it did in the U.S.; there was some racial discrimination in Cuba but far less; the revolution would help to eliminate these remaining prejudices”. Pero no insistamos demasiado en declaraciones de la misma época en que el líder máximo de la Revolución insistía ―con persuasiva vehemencia― en que no era comunista. Apenas un par de meses después, en marzo de 1959 llamará a hacer “una campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema con una nueva consigna: oportunidades de trabajo para todos los cubanos, sin discriminación de razas, o de sexo; que cese la discriminación racial en los centros de trabajo”. Poco o mucho el racismo que hubiese en Cuba antes de 1959 a la Revolución (o a Fidel Castro, si es que hay alguna diferencia) le iban a bastar menos de tres años para declarar, el 4 de febrero de 1962, suprimida “la discriminación por motivo de raza o sexo”. Y la humanidad al completo necesitada de finales felices, parecía creerlo.
Luego de eso, el silencio.

[Para leer el artículo completo abrir el PDF aquí]

2 comentarios:

Miguel Iturralde dijo...

Enrique, el enlace al PDF no functioning.

Unknown dijo...

En el libro "Informe Secreto de la Revolucion Cubana" Carlos Alberto Montaner cita a un intelectual negro que dijo esta amarga frase: "Ahora somos negros blancos"