domingo, 28 de agosto de 2011

¿Háblalo sin miedo?

Arsenio Rodríguez Quintana, un poeta a quien conozco y quiero desde hace mucho tiempo, expone en su blog su criterio sobre la difusión de imágenes de las protestas que a cada rato se suceden en Cuba. Reproduzco abajo un párrafo que a mi entender resume su punto de vista:

Yo me pregunto, ¿por qué no tener más cuidado en difundir las imágenes de esos actos? Sé que el objetivo es difundir estas "acciones esperanzadoras", pero la paradoja más brutal, es que esos videos no los ve el resto de la población cubana -que no tiene acceso a internet- y es quien mejor se podría implicar y hacer crecer esto en una revolución al estilo de las revueltas árabes-, quienes más lo visualizan son cubanos que estamos fuera y la propia Seguridad del Estado a quienes estos vídeos, probablemente les facilite mucho el trabajo.
Como quiera que en este blog suelen reproducirse imágenes de ese tipo porque estoy convencido justamente de lo contrario le dejé un comentario a Arsenio en su blog que repito aquí con menos faltas y más acentos:

Arsenio, no te llames a engaño. Los que filmaron a las mujeres en el Capitolio y en Cuatro Caminos estaban de acuerdo con ellas. Así lo hicieron saber en un comunicado a raíz del video de la segunda protesta. (Que mientras filman se pongan a hacer comentarios como si fueran testigos casuales es una tontería, es cierto). Es, en fin un riesgo asumido por ellas y las entiendo. ¿Para qué protestar y ser reprimidas si luego no va a quedar al menos testimonio de lo que hacen? El caso de Pánfilo fue diferente. El primer video –junto al fenómeno que produjo- tuvo mucho de casual y de espontáneo, de ahí la fuerza que tomó. Los que se hicieron después si tuvieron mucho de inescrupuloso al explotar hasta la saciedad a alguien que no era precisamente dueño de sus actos. Un caso y el otro señalan una línea moral bastante visible y la documentación que se difunda de alguien que sale a manifestarse en público no lo veo como un acto inmoral sino justamente lo contrario. Lo que protege a esas mujeres, si algo, es justamente la difusión de esas imágenes. Es por eso que la policía se cuida de reprimir de forma demasiado obvia cuando hay cámaras presentes y por lo que persigue a los que han registrado los acontecimientos.

A los regímenes como el cubano que pretenden reprimir con cierta discreción (cuando no se trata de actos de repudio del "pueblo indignado") nada los inhibe más que el escándalo. La idea de que el silencio protege a sus víctimas es uno de los tantos mitos que el régimen ha creado y estimulado. Un buen ejemplo es cómo se manejó la liberación de los 75 el año pasado. Las autoridades, con la entusiasta colaboración de la iglesia, quiso convencer a la opinión pública que la liberación se debió a las discretas negociaciones de los obispos con Raúl Castro y no a las protestas de las Damas de Blanco, la huelga de hambre de Fariñas y al decidido respaldo internacional a estos en eso que el régimen llamo con incomodidad visible, "la campaña mediática contra Cuba". Como si ellos fueran Cuba, como si los presos (y sus esposas) fuesen extraterrestres.

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